Una cámara es solo un objeto

La cámara es solo un objeto, un instrumento. Lo importante es quién está tras ella, el ojo que mira a través de ella.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Ahí voy

Que se prepare el mundo, pues he vuelto.

No me caeré sin luchar.

No vacilaré al andar

A poco que me ataquen, yo les respondo

"Soy uno de esos locos

a los que nada satisface"

Iré hacia delante

Romperé el círculo

Ante mi no pasarán

Que se prepare el mundo, pues he vuelto.

lunes, 24 de agosto de 2015

Lo siento

Lo siento, tenía que decirlo
Me equivoqué
No hay nada que hacer

Imagen perdida
Futuro gris

¿A dónde avanzar? ¿Qué hacer?
Noches Oscuras
Vientos salvajes rugen con ansia

Lo siento, tenía que decirlo
Me equivoqué
No Hay nada que hacer

miércoles, 8 de julio de 2015

40 metros, y las cosas cambiaron

Me gusta Bob Dylan.

Es raro que a alguien le guste Dylan hoy en día sin que le llamen "Hipster" (a día de hoy sigo sin saber exactamente que te hace Hipster si en el momento en que lo eres ya dejas de serlo). Está viejo, sus canciones eran de nuestros abuelos y además no viste a la última moda. Parece sacado de una película de vaqueros de bajo presupuesto. 

Y sin embargo, es algo que no puedo evitar. Uno no sabe si enamorarse de su voz cascada que parece acompañarte en una noche junto al fuego por las llanuras de la ruta 66, contándote la historia de John Wesley que más parecería un clásico de Billy the Kid; de su inseparable armónica cuando tocaba Blowin in the Wind; del espíritu que toca tus emociones cuando de una forma animada intenta contarte con Duquesne Whistle un amor fracasado; etc, etc...

Dos de estas canciones aparecieron en el concierto en el Barclays Center, en momentos muy distintos, pero muy apreciadas por el público. Sin embargo, la gente salió decepcionada, como siempre que se ve que nuestros héroes están hechos de carne y hueso y que son como cualquiera de nosotros. Brillaba el desconcierto por no haber oído ninguna de las canciones más clásicas como Hurricane o la archireversionada, reinterpretada y parodiada Knockin´ On Heaven´s Door. Pero no era extraño. Solo hay que ver con que canción empezó Dylan a cantar: Things have changed:

People are crazy and times are strange
I'm locked in tight, I'm out of range
I used to care, but things have changed


Algo se me revolvió cuando escuché esas líneas. Una verdad innegable: Dylan ha evolucionado. No ha cambiado en nada, sino que ha evolucionado para adaptarse a nuestro mundo. Está en su naturaleza, y no es algo nuevo. ¿O acaso los gritos de "traidor" "Judas" o "vendido" no resonaban con fuerza cuando en 1965 cogió una guitarra eléctrica y tocó la mítica Like a Rolling Stone? Y su respuesta a la banda fue clara "¡Tocar más alto!".

Las manos no le temblaron al piano cuando tocó Autum Leaves, y de pronto nos encontrabamos con Frank Sinatra acompañándole durante el concierto. Suave, encantador y con una sensibilidad que demuestra el profundo respeto que Dylan le tuvo a Frank Sinatra. Respeto mutuo, claro está, porque entre verdaderos artistas ya se sabe que siempre existe el respeto en las formas y en las palabras. La pena llegaba cuando muchos esperábamos verle coger una guitarra, ajustarse la armónica y decidirse a tocarnos alguno de sus clásicos. Pero de nuevo se imponía esa verdad: las cosas han cambiado.

Pero ante todo, Dylan sigue siendo el mismo en lo que importa. En mitad del concierto salió la mejor versión que le he escuchado tocar de Pay in Blood, de su álbum Tempest. Lenta, melancólica, acompañada con los tonos de media luz amarillenta sobre el escenario dando ese aspecto de cantina, de pequeño escenario de café, donde los que fuimos estábamos invitados a oírle tocar. No como unos privilegiados, no como unos pocos elegidos para estar ahí. Podrían haber sido cuatro gatos y dos ratas, que Dylan no habría dado importancia. Él cantaba para contar una historia. Una historia que bien podría haber sido acompañada por un buen vaso de coñac o una cerveza bien fría, según se quiera calentar o templar el ánimo.

No, Dylan no es el mismo rebelde de 30 años, sino uno de 74. La edad importa, porque las experiencias se acumulan. Y dolió reconocerlo. Pero eso no es malo. Dylan ha sido siempre así, cambiante, inconformista, personal. Eso es lo que tanto atraía de él. Eso es lo que a 40 metros del escenario o en la radio de casa uno puede llegar a sentir cuando escucha con calma los acordes rotos de guitarra, la armónica gastada y la voz cascada. La única diferencia, es que en persona, a 40 metros, uno se ve obligado a percatarse que no se va a escuchar a Dylan volviendo a ser el joven Dylan, sino a escuchar y ver como a los 74 años, el viejo Bob sigue creciendo y madurando. 



Que bien le queda a Dylan el blanco y el tono a media luz. 
Siempre será un placer escucharle, maestro.



martes, 24 de junio de 2014

Conexión lenta: no se puede ser bueno... a la primera

El verano suele ser una época de vacas flacas para las majors del cine. No lo digo yo, sino las carteleras de estreno que se publican. Película palomiteras que prometen una buena dosis de adrenalina para desconectar el resto del resto del año, con objetivo de sumar recaudación para las apuestas fuertes de los meses fríos antes de los Óscar. Evidentemente hay excepciones que se cuelan y, en caso de encontrarlas, resultan una delicia y disfrute. Si no, siempre nos quedará Internet.

Hablemos de una de esas películas palomiteras: Trascendence. Esta corre a cargo de la Warner Bros Pictures, que junto a Godzilla (que consiguió desbancar hace un mes a Ocho Apellidos Vascos el liderazgo de taquilla) y al próximo estreno de Transformers 4: Age of extinction, es la apuesta palomitera del verano. Todo un despliegue de efectos especiales, marca de la casa Warner, en sus películas, que no iba a ser menos en este caso. Y menos aún cuando el director con el ojo tras la cámara es Wally Pfister,  el inseparable director de fotografía de Christhoper Nolan, que ya venía sorprendiendo con la trilogía de Batman, Origen y el mágnifico The Prestige (El truco final). Los efectos especiales eran obligados, y más con una historia acerca de la investigación de un científico sobre la Inteligencia Artificial y el fenómeno de Trascendencia.

La película venía anunciada con un poco más de acción de la que realmente hay, y quizá más apocalíptica. Si bien sorprende, y en cierto modo alivia, que no haya un exceso de destrucción gratuita, la historia no termina de conectar del todo con la idea de trascendencia, irónicamente por hacer demasiado hincapié en ella, con lo que acabamos encontrando un guión algo hueco y forzado, que abría con un prólogo inesperado (¿Quiere usted crear un Dios?) pero cierra de una manera poco realista.  Aunque sea una película de ciencia-ficción, las reglas establecidas en este mundo son prácticamente las mismas que en nuestra sociedad hoy en día. La crítica y trasfondo de los peligros de la tecnología queda patente, pero no resulta coherente de manera alguna. Se echa de menos que un tema que es más de nivel global haya quedado encerrado en un espacio tan personal. La red de Internet está en todas partes y apenas si vemos los efectos que esta inteligencia artificial desencadena con su mera presencia en el mundo.

Y sin embargo, no es quizá el punto más flojo de la película. El debut de Pfister como director no empieza con buen pie, ya que le dieron unos actores 
bastante "masticados". Se destacaba especialmente como plato fuerte la presencia de Johnny Depp, por primera en años sin maquillaje que oculte su rostro, pero el sabor ha sido más bien algo agridulce. Un rostro más bien plano, sin mucho que decir fuera del mundo virtual y menos todavía dentro de él. Evidentemente es un tratado correcto dado que las máquinas no pueden expresar sentimientos ni reacciones propiamente humanas. Pero la elección de Depp para ello no resulta novedosa, ya que es una persona/actor caracterizado por sus silencios y miradas profundas en un rostro más bien impenetrable. Perfecto para este papel, pero sin que parezca haber mucho trabajo para Pfister. Y tampoco es que Rebeca Hall sea una actriz plana, pero su presencia tampoco resulta especialmente destacable, más por el guión que por la mano de Pfister, sin que la conexión entre ambos termine de cuajar. De Morgan Freeman sin comentarios. Ese hombre está en todo.

Quizá Pfister deba admitir que lo suyo es la dirección de fotografía, que en esta película estaba a cargo de Jess Hall, un tanto desconocido pero que en relación al trabajo de esta película ha demostrado estar a la altura. No añade alardes, aunque su amor por los planos detalle de la naturaleza, y especialmente del agua , llaman bastante la atención. 

Ahora bien, y lanzando una moneda por Pfister. Con el elenco escogido para la película apenas parece haber algo que añadir. Son lo que se dice "actores perfectos para el papel". Y a anécdotas de teatro me remito: cuando te dan un actor así, una de dos: o no has querido trabajarlo o te han dicho que mejor ni lo toques, que él ya se las arregla. Antes de decidir si la dirección no es lo suyo, sería bueno verle al frente de alguna película menos comercial, que suelen ser más para ganarse las lentejas y comer palomitas.


viernes, 20 de junio de 2014

Mutación bajo control

Con un arranque potente para ponernos en situación volvemos a la gran pantalla para ver las desventuras de la patrulla mutante del profesor Xavier. Rescatando los vestigios de la cuestionada Lobezno Inmortal, nos situamos en un futuro posapocalítpico para la raza mutante, donde la sucesión de acciones que han tenido lugar a lo largo de las películas de la franquicia ha desembocado en un amargo genocidio de corte Auschwitzniano. Buen corte de guión al tener en cuenta que toda acción tiene su reacción. Importante saber que este es el motor del guión, la famosa pregunta que todo guionista se hace antes de escribir:

¿Qué vamos a contar en esta película, muchachos?

Manteniendo esto claro, contamos con Brian Singer de nuevo con el ojo tras la cámara, sustituyendo a Matthew Vaughn, quien fue planteado como primer fichaje tras la precuela X-Men: primera generación. Apostando por planos amplios y coloridos nos centramos en una historia sólida que sin colocar efectos especiales sin ton ni son, más bien distribuidos en su justa medida respecto al avance de la historia. Midiendo este aspecto, podemos centrarnos en una historia que da mucho de sí. Planteando la paradoja temporal de Efecto Mariposa,  Hugh Jackman, encarnando a su ya inseparable Lobezno, vuelve atrás en el tiempo para cruzarse con las versiones jóvenes del Profesor X y Magneto unos años más tarde de la aventura que vimos en la película de Vaughn. 

Un Xavier destrozado por la marcha de su "hermanita especial" Mística (personaje muchas veces incomprendido en anteriores películas de la franquicia y visto como un mero peón) con secuelas evidentes que debían surgir a largo plazo. Un buen rescate para el final de la película de Vaughn, que enriquece y ayuda a comprender como la figura de Charles Xavier llegó a ser lo que es. Ese Xavier del pasado (interpretado por un dubitativo James McAvoy) que se distancia del universo mutante ante su incapacidad de mantener su ideologÍa frente a la del joven Magneto (el impenetrable Michael Fassbender), constituye un elemento importante para entender el trasfondo de X-Men.

Un vistazo a ambos personajes para comprender como llegaron a la situación de sus homólogos futuros (una forma sencilla de hilar el guión total con el resto de películas). Nuevamente es la relación entre ambos y su visión del mundo mutante: de la salvedad de diferencias con los humanos o la exaltación de la siguiente escala evolutiva según Darwin. Una buena pincelada para comprender a los dos personajes que luego recogen el intrigante Sir Patrick Stewart y el galante Sir Ian Mckellen. No hay que olvidar que son estos dos mutantes quienes lideran las dos ideologías imperantes en X-Men, y conocerlos más a ellos es la mejor manera de apreciar estas películas y poder valorarlas como buenas o malas dentro del contexto adecuado.

Si bien podemos decir que los efectos especiales del tercer acto pueden resultar algo exagerados (Magneto, el joven, decide presumir y roza el excentricismo) cuando llegamos a la batalla final, bien mirados están colocados en coherencia con la historia. Las escenas de acción bien controladas, tanto a nivel de guión como visual (sin contar esa "pequeña" exageración que Marvel debía colocar de alguna manera), pues mantienen la supuesta ventaja de Los Vigilantes del doctor Bolivar Trask (brillantemente caracterizado y tratado por Tyri..., perdón Peter Dinklage) y sin sobrexageración en cuanto a las batallas. Lo importante viene en los planos medios, lo que contienen. Envuelven el lugar de la acción pero permiten aún seguir la intensidad del momento de decisión final de Mística y las consecuencias que traerá su acto. Un momento expectante, bien escalado y controlado que no degenera para nada el filme, sino que lo enriquece a un nivel más que aceptable.

Una pequeña una licencia subjetiva sobre la película,  un gran acierto por parte de los guionistas. El paso de Lobezno a un segundo plano para luego rescatarlo en los minutos finales compensa completamente mi decepción con Lobezno Inmortal. Llama la atención y deja con el gusanillo para comprobar que irá ocurriendo partir de la próxima película en la que vuelva a aparecer, ya que en X-Men: Apocalypse (en preproducción), no parece haberse confirmado la presencia de Hugh Jackman como personaje principal. No descartemos, sin embargo, que vaya a tener un "cameo" como en primera generación. Esperamos su regreso con impaciencia, ya que deja abiertos nuevos frentes a tratar en futuras películas de franquicia mutante.

sábado, 26 de abril de 2014

Sabiendo ser valiente

Hay una pequeña historia, o más bien anécdota, que me gusta contar especialmente cuando alguno me pregunta sobre mi carrera con frases lapidarias como "¿pero eso tiene salidas?", "¿en qué estabas pensando?", "¿pero que se hace ahí?". A todo siempre la misma respuesta: cuando estaba en el colegio, en el bachillerato de económicas con humanidades (más de lo último que de lo primero), nuestro tutor pregunto a los 30 alumnos que éramos:

-¿Cuantos de vosotros queréis hacer ADE con patatas?

De por si ya tenía su gracia este hombre, y aunque no lo decía a mala idea, sirvió para ver algo curioso. Únicamente tres personas no levantamos la mano cuando planteo esa pregunta. De una de ellas no he vuelto a saber nada. De la otra, tuve el placer de volver a verle ayer con algunos viejos compañeros del colegio. Sorpresa la mía cuando me encuentro a un tío con pelo largo, chupa de cuero, una Harley preciosa, una mochila con su equipo fotográfico y la misma mirada que hace tres años cuando levantó la mano y dijo 

-Yo quiero dedicarme a la fotografía

En aquel momento muchos le vieron como un tío raro, como un ser de otro planeta y se hicieron esas mismas preguntas que una y otra vez me plantean a mi. Ese hombre (que ya tiene sus 21 años) es ahora un fotógrafo de prestigiosas revistas como Telva, Vogue, etc. Él mismo me aclaro que no es un fotógrafo profesional, sino más bien aprendiz del oficio, teniendo que comer cada mierda constante como puede, y viviendo una vida errante entre Nueva York (donde casi coincidimos el verano pasado), París, Berlin, Roma, Barcelona, Madrid..., muchas veces teniendo que ir de improviso de madrugada. La vida del fotógrafo de moda, errante y muy dispar. Podía tener temporadas de curro hasta el punto que no dormía más que 3 horas y comía cada dos días (sin desayuno ni cena) o temporadas en las que no hay curro y no duerme más de 3 horas por estar metido en un máster de retoque fotográfico y comiendo cada dos días (sin aperitivo ni merienda) porque hay que ahorrar.

Y sin embargo, no podía ver a un tío más feliz sobre la faz de la tierra. A pesar de todo ese modo de vida, que él mismo dice que desde hace dos años le quitó toda la vida social que llevaba, vino con humildad y la misma mirada y sonrisa que puso cuando le dijo a nuestro profesor 

-Yo quiero dedicarme a la fotografía

Lo suyo tiene salidas. Estaba pensando en aquello que quería hacer. Y hace lo que quiere, y lo hace como debe. No tiene que decirlo, simplemente lo demuestra

Me alegré muchísimo de poder ver que él estaba consiguiendo hacer lo que quería y siendo feliz. Pero como suele pasarme, un defecto mío que trato de corregir porque es ciertamente insano, no pude evitar compararme con él. Fuimos tres los que levantamos la mano. No sé que tal le irá al tercero (espero poder verle algún día), pero desde luego a estas alturas de carrera no creo poder responder a ninguna de esas tres preguntas. 

La razón, sin embargo, la conozco a la perfección y me la dijo claramente este buen amigo cuando yo admiraba su Harley (que no es algo barato de comprar, y la ha conseguido con su propio dinero):

-Yo siempre he tenido claro a que parte quería dedicarme de la fotografía

Frase sencilla, pero con un mensaje poderoso: no podía ser bueno en todos los aspectos de la fotografía. Podía conocer, respetar e incluso hacer una prueba de aficionado. Pero tuvo que escoger uno de ellos y decirse a sí mismo: me toca hacerlo. Con dos cojones. Siendo valiente.

No se puede ser bueno en todo. No es la primera vez que he oído esa frase, y este año especialmente. Sin embargo, las circunstancias como prácticas que no llevan a ninguna parte por su mal planteamiento y exigencia, la consideración que se tiene a los futuro profesionales de nuestra "carrera", unida a esta visión de mi antiguo compañero de pupitre parecen ser el reflejo de la realidad que tiene esa frase. 

Despido este post con un sincero gracias a este buen amigo por demostrar que aún con todo lo que le pase en la vida, siempre tiene tiempo para una jarra de cerveza y seguir siendo el mismo valiente que demuestra más que habla. 




lunes, 25 de noviembre de 2013

Flecha certera

Tras una temporada larga de situaciones dadas y caídas varias, llega un momento en que hay que levantarse. Pasará el tiempo y aún podrás preguntarte por el pasado, porque hiciste las cosas que hiciste, si fueron lo mejor, o si habrá alguna manera de cambiar semejante desastre. A esto último tendemos a agarrarnos con demasiada desesperación: el pensar que aún habrá manera de cambiar las cosas, volver a empezar la partida desde el principio y escoger de nuevo otras vías.

La vida no es así. Un sabio anónimo (suele ser listo este anónimo) dijo en una ocasión: hay tres cosas que nunca vuelven: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida. Solo tienes una oportunidad, no importa lo bueno que seas. Son muchos los que en su día te dijeron "no la líe, amigo, que luego no habrá quien de usted se fíe", y aún maldecirás el momento en que reíste para  tus adentros creyendo que eras invencible y no iba eso contigo. El lado positivo fue darte cuenta de ello y tratar de remediarlo con acciones futuras. Algo aburrido que los adultos llamaban madurar cuando eras pequeño, hasta que te diste cuenta que ahora también eres un adulto (o al menos lo aparentas como buenamente puedes).

Son demasiadas las oportunidades que han sido tiradas a la basura de manera irremediable. Llegó el momento de volver a enderezarse en el camino poco a poco. Serán muchas las veces que caerás, pero como en su momento oíste decir a un viejo mayordomo al joven murciélago: ¿Para qué nos caemos? Para volver a levantarnos

Al que aprendió algo de este mensaje, suerte. Al que simplemente vino a leer, gracias por tu tiempo.  Al que venga a hacer burla le digo

Fuck you. It's my life